lunes, 22 de septiembre de 2014

FESTEJANDO LA PRIMAVERA

FESTEJANDO LA PRIMAVERA

Estaba en cuarto año del comercial y era 1968. O sea que hace como ¡¿Cuántos años?!, …¡no puede ser! Parece que fue ayer…y sí, estoy hablando como un viejo.
La cuestión es que como nunca, habíamos organizado un picnic de la primavera a lo grande, con recursos modestos pero con todo.  El tío del gordo Álvarez tenía una quinta en el Tigre y nosotros llevábamos el asado y bebidas y nos ayudaba a prepararlo.
La esperanza era que lo hiciera el,  porque no teníamos ni idea.  Jugaríamos a la pelota y comeríamos a lo grande.  Faltaban chicas, porque en un principio iban a venir las compañeras de  la prima de un amigo de no sé cual escuela de señoritas como había en ese entonces.  Cuando algunas madres se enteraron con quien era el paseo se pudrió todo y les cortaron la salida.
-        Pero que injusta mala fama nos endilgaron.   ¿o estaban en lo cierto? Pero el paseo se hizo igual, había mucho movimiento ese día y una de esas enganchábamos algo. ¿No sé si soy claro?
La cuestión es que llegamos a la Estación Tigre y a las once no hacíamos número ni para un cinco contra cinco con los veinticinco que iban a venir.  Había más concurrencia a una prueba de matemáticas.
Ya eran las doce y juntamos veinte pero el Gordo Álvarez no apareció y al tío nadie lo conocía  y ni idea de donde era su quinta.  La telefonía estaba en la edad de piedra y no hubo forma de contactarlo, así que preguntando, rumbeamos  hasta un camping donde preparar el asado y jugar a la pelota. 
Por suerte el Narigón Fernández si llegó y trajo la pelota que salvó el día. 
Mientras jugábamos como si supiéramos otros hacían el fuego, demostrando que realmente no tenían ni idea.  El humo era espectacular, pero las brasas no aparecían.  En ese momento no lo sabíamos, pero el asado se hace con brasas y no con un incendio por debajo.  Todos éramos expertos en comerlo, no en prepararlo.  Alguien se encargó de comprar pan y otro, dándole unos pesos a uno grande del barrio nos consiguió una generosa provisión de vino tinto.  Cultura alcohólica  no tenía ninguno pero incultura descubrimos que había varios.
Cuando el hambre nos condujo hasta los asadores del camping vimos la imagen del desastre.  Parecía que el carbón era el que estaba sobre la parrilla.
-        Pero ¿Quién lo estaba cuidando? Fue fulano pero entro a jugar, pero lo dejo a Mengano que lo reemplazó Zutano?  ¿Y dónde quedó Zutano?
Luego de buscarlo un rato lo encontramos durmiendo bajo un árbol, abrazado a una dama, pero era la damajuana de vino que habíamos comprado un rato antes.  No había tomado tanto, pero para aguantar de pie el néctar de los dioses, se requiere años de experiencia.
El árbol era grande pero no impermeable, así que cuando se largó la típica lluvia del día de la primavera nos encontró comiendo pan y tomando vino y empapándonos de pies a cabeza.  Hubiese sido mejor mojarnos que correr, porque el lugar se convirtió en un barrial y nosotros también.  Cuando llegamos al tren íbamos cantando y matándonos de risa sin tener idea de que.  Además del barro que teníamos encima, por habernos caído varias veces, hubo algunos que terminaron devolviendo el vino que tomaron de más. 
Había en el vagón unas chicas de un colegio que tenían unas canastitas primorosas con las que habían llevado su comida y cuando vieron nuestro estado calamitoso se fueron a ubicar al siguiente coche, que estaba más lleno pero parecía más seguro. 
Allí se fue nuestro último sueño de conquista del día de la primavera. 
Por suerte estábamos en la primavera de nuestras vidas y teníamos un gran futuro por delante.

Con los años vividos y luego de sobrellevar el peso de responsabilidades que a veces se eligen y a veces nos vienen impuestas,  recuerdo este como el mejor día de la primavera que pasé.

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